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Tijuana, la ciudad que más se limpia… y la que más se ensucia

TIJUANA.– A diario, decenas de cuadrillas del Ayuntamiento recorren la ciudad para retirar basura, podar, pintar y rehabilitar espacios públicos. El programa Tijuana: Ciudad Limpia, impulsado por el presidente municipal Ismael Burgueño Ruiz, ha recolectado más de 100 toneladas de residuos en tan solo una semana, interviniendo vialidades, parques, banquetas y camellones en colonias como Otay Centenario, La Mesa, Sánchez Taboada, Las Torres, Cerro Colorado y La Presa Este.

Gracias al esfuerzo coordinado por el gobierno municipal, se han limpiado más de mil metros lineales de vialidad, retirado basura pesada y doméstica, pintado guarniciones, reparado luminarias y recuperado espacios públicos que llevaban años abandonados. Miles de tijuanenses han sido beneficiados directa o indirectamente por estas acciones.

Sin embargo, apenas unas horas después de haber limpiado, muchas de estas zonas vuelven a estar cubiertas de basura. Montones de residuos domésticos, escombro, llantas y muebles reaparecen en calles y lotes baldíos, como si el esfuerzo institucional no valiera nada.

El problema ya no es solo operativo, es cultural. La ciudad no puede mantenerse limpia si sus habitantes no dejan de ensuciarla. No importa cuántas veces limpien las brigadas municipales si sigue habiendo quienes tiran basura desde el carro, sacan los desechos en horarios incorrectos o abandonan muebles en la vía pública.

Las imágenes son claras: mientras unos trabajan para mejorar la ciudad, otros la arruinan en cuestión de horas. La transformación urbana no puede recaer únicamente en el gobierno; se necesita una ciudadanía que entienda que el espacio público también es su responsabilidad.

Tijuana: Ciudad Limpia ha demostrado ser una estrategia efectiva para dignificar el entorno urbano. Bajo el liderazgo del alcalde Ismael Burgueño, el Ayuntamiento ha puesto en marcha una de las campañas de limpieza más intensas en la historia reciente de la ciudad.

Pero el éxito de este programa no puede medirse solo en toneladas recolectadas, sino en la capacidad de generar conciencia colectiva. La limpieza comienza con el gobierno, pero solo se sostiene si la ciudadanía se compromete a no ensuciar.

Una ciudad verdaderamente limpia no es la que más se barre, es la que menos se ensucia.

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