
En una decisión sin precedentes, el Cabildo del Ayuntamiento de Tijuana aprobó la semana pasada el inicio del proceso para retirarle la concesión de la Feria de las Californias al Museo Interactivo El Trompo. Con ello, se abre la puerta a una nueva era para los eventos masivos de la ciudad, al dejar atrás una etapa marcada por la opacidad, la improvisación y la mediocridad, para comenzar la construcción de una feria de talla nacional. Bajo el nuevo esquema aprobado, la organización de la feria quedará a cargo de la Secretaría General de Gobierno, con lo cual se busca devolver al evento su vocación pública, su transparencia y su potencial como plataforma cultural, económica y turística.
Esta resolución, respaldada por la mayoría de los integrantes del cuerpo edilicio, responde a una demanda creciente de la ciudadanía por rescatar un evento que alguna vez prometió ser el escaparate de Tijuana ante el país y el mundo, pero que en los hechos se había convertido en una feria de pueblo, sin estándares de calidad, sin atractivo real, y secuestrada por un pequeño grupo de intereses privados que lo manejaron como negocio particular.
Durante años, la Feria de Tijuana ha decepcionado con su oferta: instalaciones en deterioro, juegos mecánicos inseguros, baños insalubres, una oferta gastronómica sin identidad y espectáculos que no están a la altura de una ciudad como Tijuana. En vez de ser un espacio vibrante que represente la diversidad y la vitalidad fronteriza, la feria era más bien un testimonio del abandono institucional y la captura privada de lo público.
Esto, a pesar de que la ciudad cuenta con todas las condiciones para ofrecer un evento de primer nivel: una población diversa, un poder adquisitivo alto, infraestructura urbana desarrollada y una comunidad empresarial dispuesta a invertir. Tijuana es uno de los polos económicos y turísticos más relevantes del país, y sin embargo, ha sido incapaz de desarrollar una feria que esté a la altura de su estatura nacional.
El mayor obstáculo ha sido el modelo de administración que imperó por años. En el centro de esta problemática está el Patronato del Museo Interactivo El Trompo, encabezado por María del Rosario Ruiz Camacho, quien ha operado el evento de manera discrecional, sin licitaciones, sin reportes financieros públicos y sin rendir cuentas al Ayuntamiento ni a la ciudadanía. Lo que debió ser un esfuerzo para promover la cultura y el desarrollo económico, se convirtió en un negocio privado disfrazado de tradición popular.

Dos documentos recientes muestran la dimensión del deterioro. En un oficio fechado el 13 de febrero de 2025, dirigido a Azahel Mercedes Puente Camarena, directora del Sistema Municipal de Parques Temáticos de Tijuana, Ruiz Camacho reconoce que el Palenque está en condiciones deplorables: baños rotos, estructuras metálicas corroídas, butacas en mal estado y fugas de agua que han dañado la infraestructura. Lo más grave es que solicita utilizar recursos destinados originalmente a la renta del espacio para financiar las reparaciones, lo que comprometería presupuestos públicos destinados a otras áreas, como el zoológico del Parque Morelos.
Otro documento, con fecha 25 de febrero de 2025, dirigido al regidor Arturo Aguirre González, presidente de la Comisión Especial Edilicia, revela que Ruiz Camacho pretendía asegurar la edición 2025 de la feria sin presentar una sola propuesta de mejora o profesionalización. Se trataba de mantener el mismo esquema opaco de siempre.
Además, el patronato no opera solo. Lo respalda una red de empresarios con influencia política, como Jorge Kuri Rojo, presidente del patronato, y Gustavo Camarena Salinas, secretario. Este grupo ha bloqueado de forma sistemática cualquier intento por abrir la organización del evento a nuevos actores, a pesar de que muchas otras ciudades han demostrado que cuando se trabaja con visión y reglas claras, las ferias pueden ser verdaderos motores de desarrollo.
La comparación es inevitable. La Feria Nacional de San Marcos, en Aguascalientes, genera más de 9 mil millones de pesos al año y atrae a más de 8 millones de visitantes. La Feria de León, en Guanajuato, ha logrado combinar con éxito entretenimiento, exposiciones comerciales y cultura. Incluso el Carnaval de Ensenada, desde una ciudad mucho más pequeña que Tijuana, se ha consolidado como un referente regional. ¿Por qué Tijuana, con mucho más potencial, sigue teniendo una feria sin visión ni impacto?
La respuesta es clara: un modelo agotado, cerrado, con beneficios concentrados en unos cuantos y sin un solo mecanismo efectivo de rendición de cuentas. La Feria de Tijuana ha sido el reflejo de un sistema donde lo público se privatiza bajo discursos de tradición y cultura, mientras las instalaciones se deterioran y la ciudad pierde la oportunidad de generar desarrollo económico, turístico y cultural.
Por eso la decisión del Cabildo es más que un acto administrativo: es una ruptura con el pasado y el inicio de una transformación urgente y necesaria. Con la Secretaría General de Gobierno asumiendo el liderazgo, ahora existe la oportunidad de construir un modelo profesional, abierto y transparente, que involucre al sector privado, a promotores culturales, a comerciantes, a artistas y a la ciudadanía. No se trata de cambiar de manos el negocio, sino de convertir la feria en una política pública de impacto.
La ciudad está lista para una feria que esté a la altura de su identidad. La feria no debe seguir siendo un evento para cumplir con la nostalgia o para cumplir con los intereses de unos cuantos. Tijuana merece un evento de primer nivel, capaz de competir nacionalmente, generar empleo, atraer inversión, fortalecer la cultura local y proyectar una nueva imagen de ciudad innovadora y con visión de futuro.
La ciudadanía debe mantenerse vigilante. Este es solo el comienzo de un proceso que deberá garantizar transparencia en la transición, licitaciones públicas para su futura organización y, sobre todo, un modelo de gobernanza donde lo común no vuelva a ser capturado por lo privado.
Tijuana no solo merece una feria mejor. Merece la mejor feria del noroeste de México. Y con esta decisión del Cabildo, por fin se ha dado el primer paso. Que esta sea la señal de que la era de las ferias de pueblo ha terminado y ha comenzado el tiempo de los grandes espectáculos, a la altura de una ciudad que nunca ha dejado de soñar en grande.