
El regidor de Morena en Tijuana, Pablo Yáñez, conocido promotor de la legalización del uso lúdico de la marihuana, publicó un video desde la Ciudad de México donde aparece utilizando una bicicleta de transporte público y celebrando que ese tipo de sistemas existen gracias —dice— a los gobiernos progresistas que ha tenido la capital desde 1997. En el mismo video, Yáñez aparece sonriente, mostrando un costoso sistema de brackets con el que busca mejorar la estética de su sonrisa, un detalle que contrasta con su discurso de cercanía al pueblo.
En el mensaje, el regidor anuncia que propondrá que Tijuana implemente un sistema similar para que las personas “que no quieran estar atoradas en el tráfico empiecen a moverse en bicicleta”. La idea suena bien en el papel, pero ignora por completo la realidad geográfica y social de Tijuana. La ciudad no tiene las avenidas amplias y planas de la capital; su trazo urbano es irregular, con pendientes pronunciadas, colonias asentadas en laderas y una topografía que vuelve casi imposible trasladarse en bicicleta para la mayoría de la población. Es una ciudad de cerros, no de avenidas rectas.
Pablo Yáñez, quien suele presentarse como “regidor del pueblo”, parece hablar desde el privilegio de quien puede permitirse pedalear por calles seguras y planas mientras graba un video con aire de campaña. En Tijuana, en cambio, gran parte de la población depende del transporte público, del automóvil o de recorridos a pie que implican riesgos viales considerables.
El regidor ocupa actualmente la presidencia de la Comisión de Gobernación, Legislación y Mejora Regulatoria del Cabildo, y ha respaldado proyectos de infraestructura local, como el plan integral de mejoras en la ciudad. Sin embargo, no ha presentado hasta ahora una propuesta técnica concreta para desarrollar un sistema de bicicletas públicas, ni estudios de factibilidad, costos o integración con el actual Sistema Integral de Transporte de Tijuana (SITT).
Hablar de movilidad sustentable no basta: se requiere un análisis serio que considere el relieve urbano, las distancias, la densidad poblacional y la seguridad vial. En la Ciudad de México, el sistema de bicicletas públicas funciona porque existe una inversión sostenida, infraestructura ciclista consolidada, mantenimiento constante y una red urbana que conecta barrios planos y céntricos. Pretender replicar ese modelo en Tijuana sin adaptación es desconocer el territorio que se gobierna.
Más allá del entusiasmo de Yáñez, su planteamiento parece una declaración simbólica más que una política pública viable. El discurso “progresista” se convierte en una consigna vacía cuando no se acompaña de datos, planeación y sensibilidad territorial. Decir que “la gente debe moverse en bici” desde una posición de poder, sin tomar en cuenta las condiciones reales de movilidad, equivale a hablarle a una ciudad que no se conoce a fondo.
Resulta irónico que quien se presenta como voz cercana al pueblo promueva ideas desconectadas de la experiencia cotidiana de la mayoría. Mientras los ciudadanos enfrentan congestionamientos, transporte deficiente y distancias largas entre colonias, el regidor publica videos con fondo musical y sonrisa triunfal, como si pedalear fuera sinónimo de progreso.
La movilidad sostenible es una meta deseable, pero no puede imponerse como un capricho personal ni como una postal importada. Para hacerla posible se necesita infraestructura segura, educación vial, políticas de inclusión y, sobre todo, realismo. Los cerros de Tijuana no se nivelan con discursos.
Si el regidor Yáñez quiere que su propuesta se tome en serio, deberá presentarla con estudios técnicos, rutas viables, presupuesto asignado y una estrategia que contemple bicicletas eléctricas, estaciones interconectadas y rutas de baja pendiente. De lo contrario, su planteamiento quedará como un ejercicio de marketing político: un paseo en bici grabado en otra ciudad, mientras los tijuanenses siguen atrapados en el tráfico que él dice querer resolver.
En Tijuana, los problemas de movilidad requieren más que entusiasmo y consignas. Requieren entender el terreno que se pisa y recordar que las sonrisas perfectas, aunque sean de lujo, no bastan para esconder la desconexión con la realidad.
