
El cuarto informe de gobierno de Marina del Pilar Ávila Olmeda llega en medio de una atmósfera política enrarecida, pero con el mismo sello emocional que ha caracterizado su administración. “Con el corazón por delante” vuelve a ser el lema, aunque esta vez el corazón late sin sincronía con su equipo y con una ciudadanía que empieza a dudar de los resultados. La gobernadora tiene buenas intenciones, pero las malas decisiones en la integración de su gabinete le han costado credibilidad, control político y cercanía con los sectores que la llevaron al poder.
El documento oficial, repleto de cifras y logros administrativos, busca proyectar eficiencia y rumbo. Sin embargo, lo que hoy perciben los bajacalifornianos es un gobierno fatigado, con escasa coordinación interna y con colaboradores que muchas veces opacan los aciertos de su titular. La falta de cuadros capaces y la ausencia de liderazgo en áreas clave han hecho que el discurso de bienestar no se traduzca en una narrativa convincente de transformación.
Marina del Pilar mantiene una actitud conciliadora y cercana, pero esa disposición ha sido aprovechada por algunos funcionarios para blindarse en la comodidad del discurso. En lugar de acompañar su visión, varios secretarios se han convertido en administradores de la rutina. La gobernadora intenta seguir caminando con el pueblo, pero su equipo no siempre camina con ella.
El informe presume la reducción de la pobreza, avances en derechos sociales y obras de infraestructura emblemáticas. No obstante, el mérito de muchos de esos logros corresponde a programas federales o a esfuerzos compartidos con los municipios. En el territorio, la gente siente que el gobierno estatal perdió el pulso social y que las prioridades se definen más desde la comunicación que desde la gestión.
En materia de obras públicas, los números son voluminosos, pero el impacto social sigue en duda. El Viaducto Elevado, los parques ecológicos y los proyectos de vivienda social son avances tangibles, aunque en varios casos con costos excesivos, adjudicaciones opacas y plazos inciertos. La gobernadora apuesta a la infraestructura como legado, pero el relato se complica cuando los resultados reales tardan en llegar.
El informe dedica amplios apartados a la educación, la cultura y la inclusión, pero la realidad en las escuelas y comunidades muestra un rezago persistente. Aulas deterioradas, falta de maestros y servicios públicos saturadoscontrastan con la retórica del documento. La narrativa gubernamental habla de excelencia educativa y justicia social, mientras los padres de familia siguen esperando mejoras concretas.
Marina del Pilar ha querido convertir su gestión en un símbolo de empatía y sensibilidad, especialmente hacia las mujeres. Sin embargo, la Secretaría de las Mujeres y otras áreas de atención social se han burocratizado, perdiendo la cercanía que alguna vez las distinguió. Las “Redes de Mujeres Constructoras de Paz” y los “Puntos Naranja” lucen más como campañas de imagen que como políticas sostenibles.
En el plano político, el desgaste es evidente. El episodio personal de su divorcio con Carlos Torres Torres trascendió a lo político y dejó grietas en el equipo de gobierno. Aquellos que le eran leales ahora operan por cuenta propia. Su círculo cercano se redujo, y las decisiones fluyen con lentitud, atravesadas por cálculos políticos y por funcionarios que no siempre le dicen la verdad completa.
El Congreso local se mantiene disciplinado, pero sin entusiasmo. La gobernadora conserva mayoría, aunque no liderazgo. Los diputados de Morena cumplen el trámite institucional de respaldarla, pero saben que el control político ya no está en el Centro Cívico. En la conversación interna del partido, Marina ya no es el eje. La sucesión de 2027 se mueve sin ella.
Entre los aspirantes que hoy comienzan a perfilarse destacan nombres como Ismael Burgueño, Armando Ayala, Jesús Ruiz Uribe, Julieta Ramírez y Fernando Castro Trenti. Este último, con su estilo calculador y su experiencia política, ha sabido reposicionarse silenciosamente como una opción real. Mientras la gobernadora busca cerrar con orden su gestión, otros ya trazan las rutas del relevo.
El contraste entre lo que dice el informe y lo que percibe la sociedad no podría ser mayor. El discurso habla de bienestar, pero la gente resiente inseguridad, desorden urbano y falta de resultados tangibles. La administración ha logrado avances en obra pública, sí, pero al costo de un creciente distanciamiento con la ciudadanía y una narrativa que ya no emociona.
La gobernadora sigue siendo bien vista en términos personales: es educada, empática y con vocación social. Pero el aparato que la rodea ha sido su talón de Aquiles. El descontrol comunicacional, la falta de operación política y el exceso de protagonismo de algunos colaboradores han erosionado su credibilidad. Ella conserva la intención, pero no siempre el control.
En este cuarto informe, el mensaje parece claro: Marina del Pilar Ávila Olmeda quiere cerrar con dignidad y serenidad un periodo que la marcó profundamente. Su historia no es la de una gobernadora corrupta o indiferente, sino la de una mujer con buenas causas mal acompañada. El corazón sigue latiendo, pero lo hace en solitario.

