
Hablar de seguridad pública en Baja California obliga a hacerlo con cuidado. No existen municipios blindados ni territorios ajenos a la dinámica regional de violencia. Sin embargo, dentro de ese contexto complejo, Tecate comienza a perfilarse como uno de los municipios que mejor ha logrado contener la inseguridad, no por la ausencia del delito, sino por la forma en que ha evitado su desbordamiento.
Durante los últimos meses, la administración municipal encabezada por Román Cota Muñoz ha sostenido una narrativa basada en datos: la incidencia delictiva total presenta una reducción acumulada cercana al 20–25 % al comparar 2024 con los registros disponibles de 2025, una cifra que, en términos regionales, no es menor.
Tecate cerró 2024 con más de 3 400 delitos registrados, mientras que el acumulado parcial de 2025 ronda los 2 600 eventos, aun considerando meses con repuntes estacionales. La lectura no es triunfalista, pero sí significativa: el municipio rompió la inercia de crecimiento sostenido que caracteriza a buena parte del estado.
A diferencia de otros municipios de Baja California, donde la violencia presenta picos abruptos y ciclos de crisis recurrentes, Tecate muestra una curva de comportamiento más estable, con altibajos previsibles, pero sin episodios prolongados de colapso operativo o narrativo.
Este factor es clave. En análisis de seguridad pública, la volatilidad es tan peligrosa como el volumen. Municipios como Tijuana o Mexicali no solo enfrentan altos niveles de incidencia, sino cambios bruscos que detonan crisis políticas, mediáticas y sociales. Tecate, hasta ahora, ha logrado mantenerse fuera de esa lógica.
Uno de los elementos centrales de esta contención ha sido la reconstrucción interna de la Policía Municipal, mediante procesos de depuración, controles de confianza y reorganización operativa. La apuesta del gobierno municipal ha sido clara: recuperar la credibilidad de la corporación como condición mínima para hablar de seguridad.
A esta estrategia se sumó el reforzamiento del equipamiento y la presencia territorial, con nuevas patrullas y una redistribución de recorridos preventivos, tanto en la zona urbana como en áreas periféricas. Más que saturar de operativos, la lógica ha sido hacer visible al Estado sin provocar fricción innecesaria.
En los delitos de alto impacto, particularmente homicidios, el municipio ha reportado reducciones significativas en comparación con periodos anteriores. Aunque parte de estas cifras provienen de reportes institucionales, lo relevante es que Tecate no ha vivido crisis consecutivas ni narrativas de violencia fuera de control, algo poco común en el contexto estatal.
El análisis mensual de la incidencia delictiva en 2025 revela un comportamiento mixto: incrementos graduales conforme avanzó el año, seguidos de estabilización. Para especialistas, esto no necesariamente implica un retroceso, sino un fenómeno asociado a mayor registro y visibilización de delitos, producto de una presencia policial más constante.
Otro componente relevante es la creación de unidades especializadas, como el Escuadrón Violeta, enfocado en violencia familiar y de género. Estas áreas no solo atienden problemáticas específicas, sino que amplían el concepto de seguridad más allá del enfoque estrictamente policial.
En paralelo, el gobierno municipal ha impulsado una narrativa de dignificación de los cuerpos de seguridad, con mejoras salariales, prestaciones y apoyos sociales para las familias de los elementos. La intención es reducir la rotación, fortalecer la lealtad institucional y disminuir riesgos de corrupción interna.
Comparado con otros municipios del estado, Tecate no concentra disputas criminales abiertas, ni enfrenta economías ilícitas de gran escala, como ocurre en corredores fronterizos más grandes. Su perfil delictivo es predominantemente local y patrimonial, lo que reduce la probabilidad de escaladas abruptas de violencia.
Esto no significa que el municipio esté exento de riesgos. Tecate sigue inserto en una región donde las dinámicas del crimen organizado son móviles y pueden desplazarse territorialmente. Por ello, la coordinación con instancias estatales y federales seguirá siendo un factor decisivo.
La percepción pública también juega un papel clave. Tecate no se encuentra permanentemente en la agenda roja estatal o nacional, ni vive crisis comunicacionales semanales por hechos de seguridad. En política, esa estabilidad narrativa es un activo que fortalece la gobernabilidad.
En este contexto, afirmar que Tecate es “seguro” sería impreciso. Lo correcto es decir que Tecate es hoy uno de los municipios relativamente más seguros de Baja California, porque ha logrado menor intensidad delictiva, menor volatilidad y una tendencia de contención más clara que el resto del estado.
El reto hacia adelante no será sostener el discurso, sino consolidar los resultados. En seguridad pública, una sola falla puede borrar meses de avance. Tecate no enfrenta una paz definitiva, pero sí algo igual de valioso en el contexto actual: una tregua operativa que aún puede convertirse en estabilidad duradera.
