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Columna Política | Mientras unos recorren, otros gobiernan

En Baja California, las cartas ya se están jugando. Aunque el calendario diga otra cosa, la contienda política por el futuro del estado ya se libra en el terreno real: el de la gobernabilidad, los resultados y la capacidad de transformación institucional.

Y ahí, Tijuana —la ciudad con el mayor número de electores en todo el estado, el epicentro que define el pulso político de Baja California— ya tiene a su protagonista.

Ismael Burgueño Ruiz no solo gobierna. Construye poder político con inteligencia, resultados y legitimidad, elementos que no abundan en estos tiempos de discursos huecos. Su habilidad para ganarse la confianza y respaldo de la gobernadora Marina del Pilar Ávila Olmeda ha sido clave para consolidar una administración con respaldo estatal y capacidad de interlocución real. Pocos alcaldes han sabido tejer una relación política tan funcional con el poder estatal sin perder su margen de acción local. Burgueño lo hizo. Y lo capitalizó.

El ejemplo más evidente está en lo ocurrido esta semana: el Congreso del Estado aprobó por unanimidad los proyectos plurianuales del XXV Ayuntamiento de Tijuana, convirtiendo a esta administración municipal en la primera en dar un paso firme hacia la verdadera planeación estructural. No es retórica: es estrategia.

El plan plurianual es mucho más que un listado de obras. Es una hoja de ruta de transformación urbana y social, que permitirá al municipio ejecutar proyectos más allá de los límites de un solo trienio. Es una apuesta por romper el ciclo del cortoplacismo y dejar una base sólida de desarrollo integral. Es, en otras palabras, una política de Estado desde el municipio.

¿Qué contempla este plan?
Una inversión sin precedentes en seguridad pública con drones de última generaciónmás patrullastecnología aplicada al patrullaje preventivo, y una reestructuración del sistema de iluminación urbana que erradicará las zonas de oscuridad que por años han alimentado la percepción de inseguridad.

También incluye la ampliación de rutas para lograr una cobertura casi total en la recolección de basura urbana, el rescate del espacio públicobacheo intensivo y repavimentación, y una estrategia integral de limpieza urbana como no se había planteado en décadas. Cada uno de estos ejes responde directamente a las demandas más sentidas de la ciudadanía… y lo hace con respaldo técnico, presupuesto etiquetado y planificación multianual. No son promesas electorales. Son políticas públicas en ejecución.

Y detrás de esta visión está un equipo que opera con precisión. Ismael Burgueño se hace acompañar de operadores con oficio, como Arnulfo Guerrero, secretario del Ayuntamiento, quien ha demostrado ser más que un funcionario: es el arquitecto del consenso político que permitió que el Congreso aprobara este paquete histórico de reformas y proyectos. En un escenario político fragmentado, lograr unanimidad legislativa no es casualidad. Es capacidad.

¿Y qué están haciendo los otros aspirantes?

Fernando Castro Trenti, actual diputado federal, busca reposicionarse desde el discurso de la experiencia y la técnica. Pero su historia lo persigue. Fue el hombre fuerte del PRI en Baja California por más de una década, candidato a gobernador en 2013 y símbolo de la vieja clase política que perdió contacto con el electorado. Su derrota ante Kiko Vega no solo fue una caída personal, sino el principio del fin para el priismo dominante en la entidad. Hoy intenta relanzarse desde Morena, pero su apellido representa el pasado, y su narrativa carece del aire fresco que exige el electorado.

A eso se suma que su círculo cercano sigue plagado de personajes con severo desgaste, como Miguel Ángel Torres Ponce, exfuncionario señalado por corrupción en Conagua y recientemente vinculado al desplome de imagen de la exalcaldesa Montserrat Caballero, con quien operó fallidamente su estrategia de contención mediática. El regreso de Castro Trenti no solo es cuestionable por su historia, sino por los rostros que lo acompañan. Más que un relanzamiento, parece un retorno forzado del pasado.

Alejandro Ruiz Uribe, delegado federal de programas sociales, mantiene visibilidad institucional gracias a su función operativa en el aparato del Bienestar. Su exposición en comunidades populares le da alcance, pero no necesariamente liderazgo. Su vínculo político más fuerte lo mantiene con la gobernadora Marina del Pilar, quien lo integró al gobierno federal durante su ascenso, aunque su figura no ha logrado generar una narrativa propia más allá del rol de delegado.

Peor aún: su equipo político carece de peso estructural y arrastra errores del pasado. Su principal asesor, Ariel Lizárraga, es recordado como uno de los responsables del desastre electoral del PRI en 2013, cuando Castro Trenti fue derrotado con una campaña desarticulada y torpe. Que ahora se repita la fórmula —con el mismo operador, pero con distinto rostro— no es síntoma de renovación, sino de una peligrosa miopía política.

Armando Ayala, actual senador y exalcalde de Ensenada, intenta posicionarse con recorridos territoriales de fin de semana y encuentros con liderazgos locales. Aunque ha sabido mantener presencia mediática, su narrativa carece de profundidad y su discurso aún no trasciende el guion del político tradicional. Su principal fuerza proviene de su cercanía con estructuras fundadoras de Morena, pero también enfrenta obstáculos internos.

Se hace acompañar de Miguel Ángel Bujanda, exsecretario general de Gobierno de Tijuana, un personaje con trayectoria administrativa, pero también con señalamientos por presunta corrupción durante su paso por el gobierno municipal. Su incorporación al equipo de Ayala más que sumar, abre flancos que otros actores sabrán aprovechar. Hasta ahora, su operación se ve dispersa, sin claridad estratégica y sin anclajes reales en el mapa político del estado.

En contraste, Burgueño ya tiene hechos que mostrar, estructura que respalda y una narrativa política que conecta con la ciudadanía. Mientras otros apenas preparan sus primeros movimientos, él ya está transformando la ciudad más importante del estado.

Porque al final, en política los discursos se los lleva el viento… pero las decisiones de gobierno, las obras y la visión estratégica quedan. Y hoy, la diferencia entre querer gobernar y saber hacerlo ya se está viendo con toda claridad.


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