Analizamos el perfil de uno de los principales candidatos conservadores en el cónclave. Su elección marcaría un hito histórico: el primer Papa negro, un símbolo poderoso de universalidad.

Ciudad del Vaticano, 27 de abril de 2025.- Tras la muerte del Papa Francisco el pasado 21 de abril, la Iglesia católica se encuentra ante una encrucijada. El nuevo cónclave no solo elegirá al sucesor de Pedro, sino que delineará si la Iglesia continuará el camino de apertura que caracterizó los últimos pontificados o si regresará a posturas más tradicionales. Entre las figuras que emergen con fuerza en el ala conservadora destaca el cardenal Robert Sarah, originario de Guinea y una de las voces más firmes en defensa de la ortodoxia doctrinal.
Con 79 años, Sarah representa a quienes dentro de la Iglesia buscan un retorno decidido a las fuentes de la fe, frente a lo que perciben como los peligros de la secularización y el relativismo.
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Un conservador de principios inquebrantables
Nacido en Ourouss, Guinea, en 1945, Robert Sarah fue ordenado sacerdote en 1969 y nombrado arzobispo de Conakri con apenas 34 años, convirtiéndose en el obispo más joven del mundo en ese momento. Su trayectoria en el Vaticano se consolidó cuando Juan Pablo II lo llamó a Roma en 2001 para servir en la Congregación para la Evangelización de los Pueblos.
Posteriormente, Benedicto XVI lo designó presidente del Pontificio Consejo “Cor Unum”, y más tarde, en 2014, el Papa Francisco lo nombró prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, una responsabilidad que Sarah ejerció hasta 2021. Desde allí defendió con convicción la liturgia tradicional, proponiendo incluso el regreso de la misa ad orientem, es decir, con el sacerdote y los fieles orientados hacia el mismo lado, como signo de adoración común.
De acuerdo a Vatican News, Sarah ha sostenido que “la liturgia no es un espectáculo humano, sino la participación en el sacrificio de Cristo”, subrayando su preocupación por lo que percibe como una “banalización” de la Eucaristía en algunos sectores.
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Un crítico del mundo moderno
Más allá de su énfasis en la liturgia, el pensamiento de Sarah abarca una crítica profunda a la modernidad. En libros como Dios o nada (2015) y Se hace tarde y anochece (2019), el cardenal advierte sobre los peligros de una civilización que, a su juicio, ha perdido el sentido de lo trascendente.
Según recoge The Tablet, Sarah considera que la Iglesia debe ser un faro contracultural, capaz de resistir las presiones sociales que buscan adaptar la fe a los cambios del mundo en lugar de mantenerse fiel a la revelación divina.
Su visión de la Iglesia como “pequeño rebaño” en un mundo hostil, en palabras citadas por First Things, lo coloca en contraste con proyectos eclesiales más abiertos al diálogo con la cultura contemporánea.
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El Papa Francisco junto al cardenal Robert Sarah. Crédito: Vatican News
Admirado y resistido dentro del Colegio Cardenalicio
La claridad y contundencia de Sarah le han granjeado un sólido apoyo entre cardenales y fieles de sensibilidad tradicionalista, especialmente en África, América del Norte y sectores de Europa. Sin embargo, su perfil también despierta recelos entre quienes temen que su elección podría significar un retroceso en las dinámicas sinodales y de apertura impulsadas por Francisco.
De acuerdo al vaticanista John L. Allen Jr., aunque Sarah goza de un respeto generalizado por su integridad personal y su espiritualidad profunda, su edad avanzada y su perfil polarizante podrían ser factores en su contra en el cónclave.
Además, en una Iglesia cada vez más atenta a los equilibrios regionales y culturales, la candidatura de Sarah suscita interrogantes sobre su capacidad para representar la diversidad contemporánea del catolicismo global.
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¿Un pontificado de resistencia espiritual?
Si Robert Sarah fuese elegido, su papado probablemente imprimiría a la Iglesia un giro decididamente contracultural, centrado en la adoración, el sacrificio y la fidelidad a la verdad revelada, más que en el diálogo con las corrientes del mundo contemporáneo. Además, su elección marcaría un hito histórico: por primera vez en dos mil años, la Iglesia católica tendría un Papa negro, un símbolo poderoso de universalidad en una institución que se extiende a todos los rincones del planeta.
Sería, en palabras del propio cardenal en una entrevista con La Croix, “un llamado urgente a la conversión interior antes que a la adaptación exterior”. Una visión que podría inspirar a muchos fieles en busca de certezas, pero que también desafiaría a una Iglesia que ha intentado, en las últimas décadas, tender puentes hacia los márgenes del mundo contemporáneo.
En cualquier caso, la presencia de Robert Sarah en el cónclave confirma que el debate sobre la identidad y misión de la Iglesia en el siglo XXI está lejos de resolverse.
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El cardenal Robert Sarah en el aeropuerto de Narita, Japón. Crédito: Getty Images