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Narcomanta firmada por “El Ingeniero” revive emblemas del Cártel Arellano Félix en Tijuana

RAMÓN ARELLANO FELIX AKA EL INGE, AKA MON, AKA COLORES

La madrugada de este miércoles, una manta fue colocada sobre el puente Fundadores, uno de los cruces más transitados de Tijuana. El mensaje, breve pero cargado de simbolismo, decía:

“Tijuana siempre va a ser de colores. Atte: EL INGENIERO.”

A simple vista, podría tratarse de otro narcomensaje. Pero para quienes conocen la historia del crimen organizado en Baja California, esta frase resuena con fuerza: evoca directamente al legado de Ramón Arellano Félix, uno de los capos más temidos del cártel que dominó la región durante las décadas de los 90 y principios de los 2000.

El apodo “El Ingeniero” ha sido utilizado dentro del clan Arellano por Luis Fernando Sánchez Arellano, sobrino de Ramón y Benjamín Arellano Félix, quien asumió el liderazgo del cártel tras la caída de sus tíos. Capturado en 2014 mientras comía en un local de comida rápida en Tijuana, Sánchez Arellano fue considerado el último eslabón visible de la estructura familiar que forjó un imperio criminal.

A la par, el nombre de Ramón Arellano se convirtió en leyenda. Su muerte en 2002 durante un enfrentamiento en Mazatlán no borró su figura del imaginario narco. Por el contrario, con el paso del tiempo, su apodo se volvió sinónimo de brutalidad, poder y estilo. “Colores” le decían —por sus gustos excéntricos, sus armas decoradas y su obsesión por lo ostentoso— y ese nombre quedó inmortalizado en corridos populares como el que interpretan Los Tucanes de Tijuana y Grupo Firme:

“Unos le decían ‘Colores’,
Otros ‘Ramón Arellano’.”

Por eso, la frase escrita en la manta no puede leerse como una coincidencia. Es una evocación precisa, planeada y profundamente simbólica. No se trata solo de un mensaje para las autoridades o para la sociedad; es también una señal dirigida a los enemigos del cártel, una afirmación de que, a pesar de los años y las capturas, el legado sigue vivo.

En los últimos años, el Cártel Arellano Félix ha operado de forma fragmentada. Las grandes estructuras que una vez lo colocaron como una de las organizaciones criminales más poderosas del continente quedaron reducidas a células dispersas. Sin embargo, informes de inteligencia han señalado que la familia Arellano, en particular Enedina Arellano Félix y nuevos integrantes de la segunda generación, han intentado mantener operaciones en Baja California a través de redes locales y pactos temporales con grupos como el CJNG.

Frente a ese contexto, la aparición pública de esta manta puede leerse como un intento de reposicionamiento narrativo y territorial. No se trata de una demostración de fuerza como las del pasado, sino de una reafirmación simbólica: un recordatorio para quienes conocen el peso histórico del nombre Arellano Félix y para quienes disputan hoy el control del estado. El mensaje sugiere que el mito —y tal vez también la estructura— aún están vivos.

De manera paralela a la colocación de los mensajes, elementos de la Policía Municipal y de la Unidad Táctica Especial lograron detener a tres personas en distintos puntos de la ciudad: Rigoberto “N”, alias “El Cuba”, de 26 años; Natanael “N”, de 16 años; ambos originarios de Tijuana; y Óscar “N”, de 53 años, proveniente de Michoacán. Según información oficial, el primero fue sorprendido en el puente peatonal del libramiento Sur y calle Valle del Sur, en la colonia Cañón de San Antonio. El segundo grupo fue ubicado mientras colocaba otra manta en la glorieta Cuauhtémoc Sur, sobre la carretera libre Tijuana-Rosarito.

Óscar “N” presuntamente cuenta con una orden de aprehensión por delitos contra la salud en la modalidad de narcomenudeo.

En un tercer hecho, la policía acudió al reporte de una manta colgada en el puente del CECATI, en la colonia Fundadores, correspondiente al mensaje que se volvió viral en redes sociales. En ese punto no hubo personas detenidas, pero el mensaje fue retirado y se inició una investigación paralela.

Los tres detenidos fueron puestos a disposición de las autoridades correspondientes, y aunque las investigaciones aún no confirman una relación directa con alguna estructura criminal activa, el uso del nombre “El Ingeniero” y la narrativa ligada a los Arellano Félix plantea nuevas interrogantes sobre la reorganización de viejos cuadros en la región.

En una ciudad acostumbrada a los enfrentamientos entre grupos criminales y a los ajustes de cuentas silenciosos, el mensaje firmado por “El Ingeniero” no es una provocación cualquiera. Es una pieza más en el tablero de poder que sigue moviéndose bajo las sombras. Y al poner en letras grandes la palabra “colores”, quienes lo firmaron están apelando no solo a la memoria de un capo, sino a un capítulo entero de la historia criminal de Tijuana que —al menos desde su óptica— aún no ha terminado de escribirse.


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