Noticia Frontera

Mucho ayuda el que poco estorba

En Baja California ya se respira la carrera adelantada hacia el 2027, aunque el calendario electoral diga otra cosa. Los llamados actos anticipados de campaña comienzan a convertirse en una plaga: pintas, espectaculares disfrazados y programas sociales usados como vitrinas personales.

El Comité Estatal de Morena intentó poner orden lanzando un exhorto a sus servidores públicos: nada de autopromoción con recursos del erario, nada de usar los programas para inflar egos ni para sembrar aspiraciones. La consigna fue clara: congruencia o descrédito.

Pero entre el dicho y el hecho hay mochilas de por medio. El diputado Ramón Vázquez decidió que la mejor manera de “apoyar” a las familias era entregar útiles escolares con su caricatura estampada. No conforme con eso, también incluyó la del alcalde de Tijuana, Ismael Burgueño.

El resultado: una ola de críticas contra el propio Burgueño, quien tuvo que salir a deslindarse y decir que su imagen no estaba ahí. El problema es que, en política, la percepción mata a la palabra. Y la percepción es que el alcalde apareció en mochilas repartidas con dinero público.

La oposición, con el PRI a la cabeza, olió sangre de inmediato. Ya hay denuncia por promoción personalizada. No se necesita ser jurista para entender que, si el recurso proviene de programas sociales, la línea entre apoyo y propaganda se borra peligrosamente.

Ramón Vázquez, con su jugada, no sólo se promociona: también arrastra al alcalde de Tijuana a un fuego cruzado que no pidió. Mucho ayuda el que poco estorba, pero aquí el diputado estorbó bastante y ayudó poco.

Morena debería tomar nota: lo que parece un detalle anecdótico —un “monito” en una mochila— puede convertirse en un misil político cuando hay actores dispuestos a transformarlo en bandera. Y aquí ya lo hicieron.

En plena guerra de percepciones, los adversarios no desaprovechan nada. Ismael Burgueño puede alegar inocencia, pero la narrativa ya está instalada: mochilas con caricaturas, dinero público en entredicho y un halo de campaña anticipada.

¿Qué movió a Ramón Vázquez a cometer semejante pifia? ¿Buscar sombra política bajo la figura de Burgueño? ¿Asegurarse un hueso en el gobierno actual? ¿O apostar por un impulso personal rumbo a una eventual candidatura en 2027? Cualquiera de las tres alternativas revela más cálculo que ingenuidad, y ninguna lo libra del error estratégico que hoy le pesa.

Los lineamientos del partido y las advertencias del INE quedan en ridículo si son los propios diputados de Morena quienes cruzan la línea primero. ¿De qué sirve hablar de congruencia si los hechos mandan mensajes opuestos?

El alcalde de Tijuana paga un costo político por una decisión que no tomó. Y eso, en la lógica del poder, es imperdonable: ser percibido como cómplice, aunque no lo seas.

Morena enfrenta un dilema incómodo. ¿Apretará las riendas y sancionará a quienes confunden apoyo social con autopromoción, o seguirá permitiendo que las mochilas se conviertan en propaganda disfrazada? Si el segundo camino prevalece, el discurso de austeridad y congruencia se desploma.

En política, como en la vida, los excesos pesan más que los aciertos. La lección es clara: mucho ayuda el que poco estorba. Ramón Vázquez quiso colgarse una medalla, pero terminó colgándole un lastre al alcalde Ismael Burgueño y, de paso, exhibiendo a Morena como un partido que no logra controlar a sus propios cuadros.

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