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Los Tigres del Norte proponen renombrar los corridos como ‘historias’ para evitar censura

La emblemática banda mexicana considera que el término ‘corrido’ está siendo estigmatizado por las autoridades, lo que ha llevado a restricciones en sus presentaciones.

Chihuahua, México, 6 de mayo de 2025.- En respuesta a la creciente censura hacia los corridos, especialmente aquellos que abordan temas de violencia y narcotráfico, Jorge Hernández, líder de Los Tigres del Norte, ha sugerido cambiar la denominación de sus canciones de “corridos” a “historias”. Esta propuesta busca evitar conflictos con las autoridades y preservar la esencia narrativa de su música, que durante más de cinco décadas ha documentado las vivencias del pueblo mexicano.

La postura de la agrupación fue expresada durante una entrevista reciente publicada por El País, en la que Hernández se refirió a las dificultades que el grupo ha enfrentado para seguir interpretando su repertorio completo. “Vamos a tener que cambiar la palabra corrido para no meternos en problemas, para que no digan que estamos apoyando a alguien que no debemos apoyar”, afirmó el vocalista. La declaración se produce en un contexto en el que varios gobiernos estatales y municipales han intentado prohibir o restringir la música de contenido relacionado con el narcotráfico, bajo el argumento de que exalta figuras criminales.

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Una historia de censura y resistencia

Los Tigres del Norte no son ajenos a la censura. En 2014, durante una presentación en Chihuahua, se les prohibió interpretar canciones como “La Granja” y “Jefe de jefes”, dos de sus temas más conocidos. Aquella vez, las autoridades locales argumentaron que las canciones hacían apología del delito.

Más recientemente, artistas como Natanael Cano o la agrupación Los Alegres del Barranco, han sido vetados en escenarios oficiales por interpretar narcocorridos. Estas restricciones forman parte de un debate más amplio sobre los límites de la libertad artística frente a la responsabilidad social. En algunas entidades mexicanas, como Chihuahua, Sonora y Baja California, se han implementado ordenamientos que sancionan la promoción de la cultura narco mediante espectáculos públicos. Sin embargo, estas medidas han sido criticadas por organismos de derechos humanos por su vaguedad y por atentar contra la libertad de expresión.

Jorge Hernández comparó la situación con otros productos culturales: “Si censuran canciones, también deberían censurar telenovelas, películas, videojuegos. Todo eso también tiene violencia. Pero parece que la música es el chivo expiatorio”. La agrupación defiende que su música narra la realidad, sin maquillaje ni complacencia, y que muchas de sus letras son una forma de crónica popular.

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El corrido como instrumento de memoria

Desde su fundación en la década de 1960, Los Tigres del Norte han utilizado el corrido como un medio para documentar historias de migración, desigualdad, injusticia y también crimen. Para la banda, estos relatos tienen un valor testimonial que los aleja de la glorificación. “Siempre hemos pensado que nuestras historias tienen una forma de interpretación que hace que la gente se identifique con ellas. Somos un espejo de lo que se vive”, dijo Hernández en entrevista con Aristegui Noticias en 2022.

A pesar de la polémica, la banda continúa cosechando reconocimiento internacional. En julio iniciarán una gira por España y otros países europeos, donde los corridos son recibidos como expresiones culturales legítimas. “Allá no hay problema, la gente escucha la música por lo que cuenta, no por cómo se llama”, señaló el líder del grupo.

En México, sin embargo, la presión ha aumentado. En abril, tras la actuación de Natanael Cano en la Feria Nacional de San Marcos, el gobierno de Aguascalientes anunció que evaluará sanciones para eventos que promuevan canciones con apología del delito. Esta medida provocó reacciones de artistas, intelectuales y defensores de derechos humanos, quienes alertaron sobre el riesgo de establecer censura previa en nombre del orden público.

La propuesta de Los Tigres del Norte busca evitar que el género desaparezca bajo el peso del estigma. Renombrarlo como “historias” permitiría continuar narrando el país sin enfrentar sanciones, sin renunciar a la función social del corrido. “El público sabe lo que escucha. Nosotros no vamos a dejar de contar lo que pasa. Solo que tal vez tengamos que cambiarle el nombre”, concluyó Hernández.

Este planteamiento reabre la discusión sobre el papel de la música como testimonio social y sobre la necesidad de políticas culturales que reconozcan su valor histórico, sin caer en prohibiciones que limitan la libertad de expresión. En un país donde muchas veces la música ha dicho lo que los medios o las autoridades callan, el debate apenas comienza.

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