
Los aspirantes a la gubernatura de Baja California lo saben bien: quien quiera ganar el estado en 2027, tiene que ganar Tijuana primero. Por eso, cada vez más políticos comienzan a buscar alianzas estratégicas con posibles aspirantes a la alcaldía, formando lo que en la jerga electoral ya se empieza a conocer como “combos”. La fórmula es clara: armar un “uno-dos” que les genere arrastre local y proyección estatal. El ejemplo más reciente —y también el más ridículo— es el de Armando Ayala con Jorge Figueroa Barrozo.
Ayala, exalcalde y actual senador, ha decidido que quiere ser gobernador. Y para eso, eligió como su supuesto complemento a Figueroa, el mismo que presume caballos finos, ranchos de revista y un historial amoroso más comentado que sus logros públicos. Pero estructura política, ni en sueños.
Sí, así como lo lee: Ayala y Figueroa están jugando a las elecciones como si fueran una promoción de supermercado. “Compra una candidatura y llévate gratis una alcaldía”. Esa es, al parecer, la estrategia de quienes creen que con una sonrisa y una camisa a cuadros se puede gobernar Baja California.
La fotografía que ambos difundieron en redes sociales, con pulgares arriba y cara de “misión cumplida”, confirma lo que ya sospechábamos: no hay proyecto, hay espectáculo. No hay visión, hay ocurrencias. Y lo más preocupante: no hay base territorial que respalde estas aventuras, sólo la fe ciega en que los reflectores bastan para ganar. Como si fuera poco, los acompaña Carlos Candelaria, operador de Marcelo Ebrard, completando la postal de una estrategia sin pies ni cabeza.
Pero no es el único combo de aspirantes que ha intentado calentar motores. Jesús Alejandro Ruiz Uribe, el delegado federal de Bienestar, también quiso hacer lo propio. En su caso, el intento fue con Carlos Torres Torres, el ex panista que alguna vez soñó con gobernar Tijuana y que ahora atraviesa un momento político tan oscuro que hasta sus antiguos aliados prefieren verlo de lejos.
Lo de Ruiz Uribe con Torres fue un paseo sin destino. Una especie de cortejo político que no prendió. Hoy, con Carlos hundido en el descrédito, ni la simpatía del delegado alcanza para levantar la imagen de un personaje que ya pocos quieren cerca, y mucho menos en boletas electorales.
Otro que anda en modo “buscando pareja” es Fernando Castro Trenti. El eterno suspirante a la gubernatura ha empezado a coquetear públicamente con Rafael Leyva Pérez, exsíndico procurador de Tijuana. Todo parece indicar que busca aprovechar la relativa buena imagen de Leyva para ganar algo de oxígeno político. Pero eso no quita que Castro Trenti sigue siendo visto como un actor de otro sexenio, de otra época… de otro PRI.
En contraste, el único que parece entender que en política el silencio a veces es oro, es Ismael Burgueño. El actual presidente municipal de Tijuana —y también aspirante a la gubernatura— ha decidido no comprometerse públicamente con nadie. No ha mandado señales, no ha armado dúos, y no ha caído en la tentación de sacarse fotos con posibles aliados que podrían restarle más que sumarle.
Eso sí, aunque él no busque formar combos, hay quienes no pierden oportunidad de candidatearse como su complemento. El diputado local Ramón Vázquez, por ejemplo, se desvive por aparecer junto al alcalde en cada evento posible. Desde saludos en redes hasta sonrisas forzadas en eventos públicos, todo parece indicar que busca desesperadamente ser considerado para completar la fórmula.
Todos estos movimientos ocurren mientras la actual gobernadora, Marina del Pilar Ávila Olmeda, atraviesa su peor momento. Su popularidad se ha desplomado y, según varios rankings, es ya la mandataria peor evaluada del país. Ese desgaste inevitable será un lastre para quien busque sucederla bajo las siglas de Morena.
Y aunque eso podría abrirle la puerta a la oposición, lo cierto es que no hay nadie del otro lado que parezca listo para competir. Ni un solo cuadro fuerte, ni una narrativa potente, ni un rostro fresco. La oposición, si quiere aprovechar el deterioro del oficialismo, tendría que salir del coma político en el que parece sumida.
El problema no es que se estén formando fórmulas. Eso es parte del ajedrez político. El problema es que las estén armando con piezas recicladas, débiles o de dudoso arrastre popular. No es un “dream team”. Es un equipo de retazos.
Ayala y Figueroa no representan una visión para Baja California. Representan el síntoma de una clase política que aún cree que las elecciones se ganan con camisetas planchadas, slogans baratos y padrinos olvidables. Pero la gente ya no compra ese cuento tan fácil… ¿o sí?
En resumen, los combos están de moda. Pero como en cualquier restaurante barato, no siempre lo que viene junto es lo que uno realmente quiere consumir.