
El estado cada vez tiene peores indicadores de desarrollo económico
El secretario de Economía e Innovación de Baja California, Kurt Ignacio Honold Morales, incrementó el gasto de su dependencia en más del 11.65% durante 2024, sin que esto se traduzca en mejoras reales para la economía del estado. De acuerdo con cifras oficiales, el presupuesto asignado ascendió a 4 mil 543.4 millones de pesos, mientras los resultados siguen sin aparecer.
La promesa de impulsar una nueva etapa de industrialización se quedó en discursos. El estado perdió competitividad, las inversiones disminuyeron y la precariedad laboral sigue marcando el mercado. A pesar de ello, la dependencia que dirige Honold es una de las pocas que recibió más recursos, mientras áreas como salud sufrieron recortes de hasta el 33.34%.
En los hechos, la política económica del estado es hoy más costosa, pero no más efectiva. Los datos duros son claros: Baja California generó apenas 23,479 empleos formales en todo 2024 y su crecimiento económico fue menor al promedio nacional. Ninguna de las estrategias promovidas desde la secretaría —como el retorno a un modelo de “reindustrialización” con acento nostálgico— ha mostrado impacto contundente en los indicadores.
A esto se suma la falta de transparencia en el uso del recurso público, la nula rendición de cuentas sobre resultados concretos y una gestión que, en palabras de empresarios locales, “habla mucho y ejecuta poco”. Mientras el aparato económico estatal se engrosa, el costo de la ineficacia lo sigue pagando la ciudadanía. Honold gasta más que nunca, pero entrega menos que siempre.
El contraste se vuelve aún más evidente al revisar el historial del secretario. Desde su llegada al gabinete estatal, Kurt Honold ha apostado por estrategias poco consistentes: campañas de atracción de inversión sin seguimiento, foros con presencia simbólica de inversionistas pero sin anclajes de proyectos reales, y una narrativa de modernización industrial que no ha pasado del papel. El discurso de que Baja California se convertiría en un hub binacional de innovación y manufactura avanzada se desmorona ante una economía que no despega.
En 2023, ya se había documentado que su secretaría había subejercido recursos destinados a la vinculación con el sector productivo, y varios programas de apoyo a microempresas quedaron sin operar o con reglas de operación confusas. En paralelo, se privilegiaron contratos de promoción y eventos públicos que no han dejado evidencia de retorno económico.
Las cifras de empleo tampoco acompañan al secretario: aunque Baja California tradicionalmente ha sido un estado generador de empleo, en los últimos dos años ha perdido dinamismo frente a entidades como Nuevo León, Jalisco o Querétaro. El crecimiento del empleo formal ha sido desigual, con alta concentración en maquiladoras y pocas alternativas para el talento local altamente calificado.
Paradójicamente, mientras otros secretarios enfrentan restricciones presupuestales, Honold Morales no sólo ha mantenido su margen de operación, sino que lo ha ampliado, con una narrativa oficial que insiste en la estabilidad macroeconómica del estado. Pero esa narrativa no resiste el escrutinio: los principales motores de la economía siguen dependiendo de las cadenas globales de manufactura y no del impulso local.
El estilo de gestión también ha sido objeto de críticas: centralización de decisiones, falta de colaboración con organismos empresariales y cámaras locales, y una comunicación institucional centrada en la autopromoción. Varios actores del sector privado han señalado la falta de puentes entre la política pública y las necesidades reales de las empresas.
Hoy, con un gasto récord y sin resultados medibles, la gestión de Kurt Honold se enfrenta a su mayor cuestionamiento. El tiempo corre, los recursos se agotan y las promesas se acumulan. Pero la evidencia es una: más gasto no es igual a más desarrollo, y más presupuesto no siempre significa mejor gobierno.