Noticia Frontera

Columna | El parteaguas de este sábado

Este sábado 15 de noviembre, México tendrá su cita con un momento político que puede marcar el inicio de un nuevo ciclo. Lo que empezó como una convocatoria dispersa entre jóvenes, colectivos estudiantiles y sectores inconformes, está tomando la forma de una movilización nacional que puede convertirse en el primer gran parteaguas del sexenio de Claudia Sheinbaum.

La marcha no es una ocurrencia. Es la expresión condensada de un malestar que venía acumulándose en silencio y que ahora encuentra un cauce colectivo. Este sábado, el país tendrá frente a sí el primer “SÍ” masivo después de un año de gobierno de Sheinbaum: sí al cambio, sí al contrapeso, sí a la ruptura con la complacencia política.

Aun con solo un año en el poder, Claudia Sheinbaum llega a esta jornada con un desgaste visible. La narrativa de continuidad con la 4T ya no alcanza para explicar las tensiones internas, la fragmentación del movimiento y la creciente irritación social por temas como inseguridad, inflación y fallas estructurales del gobierno.

Mientras la Presidenta insiste en que la marcha “está tomada por la oposición” y ordena investigaciones para encontrar responsables, la realidad es más compleja: la movilización no nace del PAN, del PRI ni del PRD —nace del hartazgo, y ese origen es precisamente lo que más preocupa al oficialismo.

Este sábado es incómodo para el régimen porque no es una protesta de partidos, sino un síntoma de algo más profundo: una ciudadanía que se está reorganizando, aunque todavía sin liderazgo claro. Y cuando las fuerzas sociales se mueven sin líder, tienden a desbordarse.

La marcha de este sábado tiene algo más detrás: los orígenes de la movilización descansan en los códigos de la generación Z, en la protesta espontánea, en el activismo digital y en la saturación de discursos políticos que ya no les alcanzan. Esta generación —que ha crecido entre crisis, incertidumbre y pantallas— encontró un detonante emocional y político inesperado.

Ese detonante fue el asesinato del alcalde independiente de Uruapan, Carlos Manzo, ocurrido el 1 de noviembre de 2025durante el Festival de las Velas. El impacto del crimen —por su crudeza, por la impunidad evidente, por la fragilidad institucional que dejó expuesta— funcionó como gasolina para una movilización que ya venía respirando inconformidad.

Así, la chispa global del activismo juvenil se mezcló con una tragedia local de alto impacto: jóvenes que ven caer a líderes comunitarios sin respuesta del Estado, jóvenes que exigen un nuevo pacto democrático y que se activan ante un caso que sintetiza miedo, desgaste y hartazgo. Esa mezcla puede convertir la marcha en un símbolo generacional.

Y si este sábado la movilización logra capitalizar esa energía —la indignación por Manzo, la frustración acumulada, el vacío de liderazgo tradicional—, entonces el mensaje será contundente: la generación más joven ya no está dispuesta a tolerar que la violencia sea normal y la política, indiferente.

La paradoja es evidente: mientras en Baja California la oposición sigue muerta-alquilada, sin fuerza territorial ni capacidad de articulación, en otros estados las señales de desgaste morenista son reales, visibles y crecientes. Los focos rojos ya no son anecdóticos: aparecen en ciudades grandes, zonas urbanas y entidades con problemas serios de gobernabilidad.

A nivel local, también se convocaron marchas para este sábado en varios municipios de Baja California. Sin embargo, el eco ha sido casi inexistente. Las convocatorias han tenido muy poca resonancia en redes sociales, sin viralidad, sin interacción orgánica y sin tracción más allá de pequeños círculos. Lo que en otras partes del país parece un movimiento en ascenso, aquí apenas aparece como ruido periférico.

Y para rematar, el clima no ayuda. Los pronósticos para este sábado apuntan a lluvias dispersas, temperaturas frías y condiciones poco favorables para movilizaciones al aire libre. Con una oposición desarticulada, nula narrativa local y el factor climático en contra, todo indica que Baja California no será protagonista de este capítulo nacional.

El oficialismo lo sabe. Por eso busca desactivar la narrativa, minimizar la convocatoria y acusar infiltraciones. Nada de eso cambia el hecho central: el 15 de noviembre será la primera medición real de la capacidad del país para organizar un contrapeso después de años de hegemonía.

En términos estrictamente políticos, el gobierno se juega la estabilidad narrativa. Si la marcha logra llenar avenidas y sostener el mensaje, será el primer golpe simbólico a la idea de que la 4T sigue siendo un movimiento monolítico, cohesionado y sin fisuras.

La oposición, aunque desarticulada, recibe un regalo inesperado: un capital social que no generó ella, pero que podría aprovechar si sabe estructurarlo. El problema es que, hasta hoy, no tiene estrategia, no tiene ruta y no tiene liderazgo. Aun así, este sábado le abre una rendija histórica.

Del lado del gobierno federal, Sheinbaum enfrenta un dilema: si desestima la marcha, corre el riesgo de minimizar algo que podría crecer; si la magnifica con discursos de confrontación, la fortalece. Cualquier movimiento en falso reaviva fracturas internas que ya se sienten dentro de Morena.

Por eso este sábado será recordado —o olvidado— dependiendo de un solo factor: si la marcha logra convertirse en símbolo nacional. Si prende, si conecta, si articula un hartazgo real, puede ser el inicio visible del fin de la comodidad política del oficialismo.

México llega a este sábado con un escenario abierto: un gobierno que ya no controla el clima político como antes, una ciudadanía que empieza a experimentar con la idea del contrapeso, y un sistema partidista que aún no se recompone. Esta combinación hace del 15 de noviembre algo más que una protesta: lo convierte en una señal potente.

Lo cierto es que este sábado puede marcar el antes y el después del sexenio. No por la cantidad de personas que salgan, sino por el significado que adquiera. Si el 15N se convierte en una fecha que queda grabada en el pulso político —como punto de quiebre, como señal de cambio— entonces habrá comenzado una nueva etapa en la historia reciente del país.

Scroll al inicio