Más de 600 mil personas llenaron el Zócalo capitalino durante la celebración de la 4T. El acto dejó ver la compleja mezcla de organización territorial, lealtades políticas y presencia genuina de simpatizantes que sostienen al movimiento.

Ciudad de México, 8 de diciembre de 2025.— Miles de personas provenientes de diversos estados del país llenaron el sábado seis de diciembre el Zócalo capitalino para celebrar los “siete años de la transformación”, convocadas por Morena y encabezadas por la presidenta Claudia Sheinbaum. Aunque las cifras oficiales superaron las 600 mil personas, según reportó La Jornada, el acto reveló algo más profundo que la simple conmemoración: la fuerza territorial del partido, la diversidad de motivos de asistencia y las capas sociales que sostienen —o cuestionan— al movimiento en el poder.
Lejos de las lecturas estrictamente políticas, el mitin funcionó como una radiografía del México que ha acompañado a la 4T: un mosaico de estructuras locales, programas sociales, convicciones ideológicas, y también críticas que se expresaron en redes sociales durante la jornada.
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Contexto de tensión: legitimidad en juego
La celebración sucedió en un contexto difícil para el oficialismo. En las últimas semanas, México ha visto protestas, denuncias de violencia, cuestionamientos a políticas públicas, así como un desgaste en los índices de aprobación gubernamental: encuestas recientes ubican el respaldo a Sheinbaum en torno al 74 %, una baja respecto a meses anteriores.
Expertos en comunicación política interpretan el mitin como una forma de “recuperar narrativas, restablecer cuadros de poder y reconquistar legitimidad simbólica con alta visibilidad pública”. En ese marco, la convocatoria masiva al Zócalo no es sólo fiesta sino estrategia.
La elección del Zócalo —símbolo del poder y de las movilizaciones sociales en México— refuerza el simbolismo: no se trata sólo de celebrar, sino de posicionarse bajo el lema de “pueblo y poder popular” ante la opinión pública.
El territorio se moviliza: autobuses, sindicatos y alcaldías en operación
Desde las primeras horas del sábado, caravanas provenientes del Estado de México, Hidalgo, Puebla, Veracruz y Morelos comenzaron a llegar al Centro Histórico. Videos y fotografías publicados por Milenio mostraron hileras de autobuses estacionados en avenidas aledañas, mientras grupos coordinados por líderes de colonias, sindicatos y organizaciones sectoriales se dirigían al Zócalo “para apoyar a la presidenta”.
Según El País, la operación de movilización se extendió también a las 16 alcaldías de la Ciudad de México, donde el aparato territorial de Morena activó redes vecinales para asegurar presencia masiva. En muchas zonas se observó la distribución de carteles, mantas y playeras con el lema “7 años de la transformación”, un material que suele usarse en eventos de alta visibilidad política.
El territorio sigue siendo uno de los grandes activos del movimiento. De acuerdo con analistas citados por El País, la 4T “mantiene una estructura de movilización que ningún otro partido tiene hoy en México, especialmente en los estados donde gobierna con mayoría”.
Pero junto a esa operación logística aparecieron también ciudadanos con motivaciones personales: simpatizantes que aseguran que, con los programas sociales, “por fin alguien volteó a verlos”, o jóvenes que ven en la presidenta una figura menos confrontativa que su antecesor. La mezcla entre estructura y convicción fue evidente.
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Los discursos del Zócalo: entre identidad y percepción de bienestar
En el escenario, Claudia Sheinbaum habló de logros económicos y sociales, insistiendo en que la transformación “no es de un sexenio”, sino un proceso de largo alcance. Reiteró que los programas sociales están garantizados y que el país mantiene estabilidad económica pese al entorno global, un mensaje destinado a reforzar la confianza entre los asistentes.
En su discurso, Claudia Sheinbaum enfatizó que la 4T sigue vigente, y lanzó un llamado a defender los “logros sociales y económicos alcanzados”, al mismo tiempo que denunció lo que llamó “campañas de desprestigio” desde la oposición.
El discurso conectó con quienes afirman haberse beneficiado de becas, pensiones o apoyos para el campo. “Venimos porque con este gobierno sí llegan los apoyos”, dijo una asistente entrevistada por Capital México.
La 4T ha construido una identidad política basada en esa narrativa: la idea de un gobierno que protege a los sectores históricamente marginados. Para los simpatizantes, la celebración en el Zócalo no fue solo un acto partidista, sino un recordatorio simbólico del pacto social que los ha mantenido cerca del movimiento.
Sin embargo, también se escucharon reclamos. En redes sociales, usuarios compartieron testimonios sobre la obligatoriedad de acudir desde instituciones públicas o sindicatos, una crítica recurrente cada vez que el oficialismo convoca a movilizaciones masivas. Aunque las autoridades negaron presiones, el tema se volvió tendencia en X.
La celebración operó, así, como un espacio donde convergieron entusiasmos genuinos y tensiones internas sobre la manera en que Morena moviliza a sus bases.
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¿Celebración o síntoma? Lo que revela la asistencia masiva sobre el país actual
Más allá de la cifra de asistentes, el evento mostró cómo se configura hoy el apoyo político en México. La asistencia diversa permitió observar tres grandes grupos sociales:
1. Los simpatizantes estructurales
Beneficiarios de programas sociales, adultos mayores, trabajadores del sector público y habitantes de zonas urbanas populares. Para ellos, la 4T es garantía de continuidad económica.
2. Los movilizados por estructura
Personas que acudieron en grupos organizados por líderes territoriales, sindicatos o autoridades locales. Su presencia forma parte de una lógica política tradicional: respaldar al gobierno desde la calle.
3. Los jóvenes del nuevo oficialismo
Aunque menos numerosos que en actos del pasado, la presencia juvenil fue visible. “Los jóvenes están con la transformación”, afirmó Sheinbaum, según recogió El Universal. Para este sector, la presidenta representa una figura institucional menos polarizante.
El mitin también funcionó como una válvula para medir estados de ánimo. Mientras la multitud vitoreaba a Sheinbaum, las redes sociales mostraban un contrapunto: cuestionamientos sobre la logística, costos, utilidad y propósito del acto.
En términos políticos, la enorme movilización no solo celebró los siete años de la llegada de Morena al poder: también reveló una base social que, pese al desgaste, sigue siendo amplia y territorialmente articulada.
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Un evento que marca el cierre del año político
La celebración en el Zócalo llega en un momento donde el gobierno busca reconstruir narrativa tras semanas complicadas: protestas por seguridad, críticas por inflación, tensiones internas y un descenso leve en la aprobación de Sheinbaum, que según El País ronda el 74 %.
El mitin permitió al oficialismo enviar varios mensajes:
- Hacia dentro, reafirmar control político y unidad partidista.
- Hacia la oposición, mostrar que mantiene capacidad de movilización masiva.
- Hacia la ciudadanía, reforzar la idea de que la 4T sigue teniendo respaldo popular.
En un país donde la plaza pública continúa siendo el escenario clave para medir fuerza política, la celebración del seis de diciembre operó no solo como un aniversario, sino como un recordatorio de que el vínculo entre territorio y poder sigue siendo central en la vida pública mexicana.
Para la oposición, el reto e reconstruir espacios de crítica y visibilidad mediática en un contexto de hegemonía simbólica del oficialismo. Para la sociedad civil, el mitin plantea preguntas sobre la correlación entre movilización masiva, representatividad y real impacto en gobernabilidad.
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