Noticia Frontera

El caballo de Troya de Ruiz Uribe: cómo intentó infiltrar a Morena con un escándalo falso contra Burgueño

En Baja California, hay personajes que no ocupan cargos visibles ni aparecen en actos públicos, pero cuya presencia se siente cada vez que se activa una campaña sucia. Hugo Alfredo Hinojosa es uno de ellos. No es periodista, aunque a veces firma como tal. No es funcionario, aunque opera con más peso que muchos en nómina. Su verdadera función es más útil en la sombra: es uno de los operadores más cercanos a Jesús Alejandro Ruiz Uribe, ex súper delegado federal y aspirante confeso a la candidatura de Morena en 2027.

En días recientes, Hinojosa fue exhibido por coordinar una estrategia de guerra sucia en contra del alcalde de Tijuana, Ismael Burgueño, recurriendo a un libreto viejo: un anónimo presentado como denuncia formal, sin pruebas, sin sustento jurídico y sin responsables. El objetivo era simple: construir una percepción negativa con apariencia de “escándalo”, justo cuando se empieza a mover la contienda interna en el estado.

Pero esta vez fue más allá. Hinojosa no solo movió el texto en grupos privados. Envió mensajes directos vía WhatsApp a diversos medios locales, ofreciendo dinero para que publicaran la nota, para que la movieran en redes y, en algunos casos, incluso preguntaba cuánto cobraban por hacerla circular con fuerza. Lo grave vino después: ofreció pagar los gastos para que alguien viajara a la Ciudad de México y preguntara en la mañanera de la presidenta sobre el tema, con la intención de convertir la tribuna presidencial en macana política contra los enemigos de su jefe.

Sí, así de burda fue la jugada: usar la investidura presidencial como herramienta de golpeteo, apostando a que, con solo una mención, el daño ya estaría hecho, aunque todo proviniera de un documento sin firma, sin pruebas y sin seguimiento jurídico.

La operación no fue improvisada. Ruiz Uribe construyó su propio Caballo de Troya dentro del movimiento: revestido de una supuesta “denuncia ciudadana”, en realidad contenía dentro a su operador más fiel, Hugo Alfredo Hinojosa, con la misión de infiltrarse en la narrativa pública de Morena y desestabilizarla desde adentro. El anónimo era solo la fachada. Lo que llevaba por dentro era pólvora política, disfrazada de preocupación pública. No era un acto de transparencia: era una emboscada encubierta.

Y aquí aparece un dato que reconfigura el rompecabezas. Antes de convertirse en operador de guerra sucia, Hinojosa fue director de Comunicación Social del Ayuntamiento de Tijuana durante la administración de Karla McFarland. Y en ese mismo periodo, Carlos Mora —quien hoy reaparece en este episodio— era el secretario general de Gobierno. Ambos formaban parte del mismo círculo de operación institucional.

Ese antecedente explica mucho más de lo que parece: no se trata de un operador improvisado, sino de una colaboración tejida desde hace años, donde Hinojosa ejecuta y Mora diseña. Si el primero es el mensajero, el cerebro detrás de esta operación fue, una vez más, Carlos Mora, conocido por su estilo sinuoso, su capacidad para mover hilos desde la penumbra y su habilidad para activar operadores sin comprometerse públicamente.

Pero para entender el rol de Carlos Mora, hay que mirar su trayectoria. Es un personaje que ha buscado figurar políticamente desde hace más de dos décadas, casi siempre sin éxito. Fue regidor durante la administración municipal panista de Kiko Vega, donde intentó ganar visibilidad pública, pero terminó operando desde segunda línea, algo que siempre le incomodó profundamente.

Más tarde, se integró al equipo de Arturo González Cruz, primero desde la estructura empresarial cuando Arturo dirigió CANACO, y después durante su trayecto político. Pero cuando González Cruz ganó la alcaldía de Tijuana como el primer presidente municipal de Morena, Mora quedó fuera: no fue invitado al gabinete. Ese desaire marcó una ruptura silenciosa, y Carlos tuvo que esperar a que Arturo renunciara para finalmente poder ocupar la Secretaría General de Gobierno en la gestión interina de Karla Ruiz.

Además, Mora ha utilizado sistemáticamente su relación personal y sentimental con la directora del Semanario Zeta, Adela Navarro, como un canal para filtrar información destinada a golpear a quienes considera adversarios. No es la primera vez que usa esa cercanía para sembrar notas, insinuaciones o líneas editoriales contra figuras políticas con las que busca ajustar cuentas o equilibrar tensiones internas.

Este no es un caso aislado. Ruiz Uribe ha sido señalado en otras ocasiones por recurrir a operadores con perfiles similares, cuando percibe que su influencia territorial se debilita. Uno de los antecedentes más escandalosos fue el de Ariel Lizárraga, acusado por violación en Ensenada y protegido durante meses por el entonces esposo de la gobernadora Marina del PilarCarlos Torres Torres, quien lo incrustó en la nómina estatal como asesor antes de llevarlo a su equipo.

Lizárraga tuvo que ser despedido solo después de una ola de presión interna. Pero mientras operó, su función era clara: moverse entre pasillos, filtrar versiones, sembrar ataques, preparar campañas de desgaste. Hoy el rol lo ocupa otro: Hinojosa, menos conocido públicamente, pero igual de funcional en los planes de Ruiz Uribe.

El patrón se repite: se construye una narrativa, se alinea a medios “amigos”, se ofrece dinero a comunicadores, y se busca generar eco artificial. Esta vez la jugada fracasó. La supuesta denuncia no derivó en investigación alguna, no pasó los filtros legales y no activó ninguna alerta en las instituciones responsables.

Lo único que logró fue evidenciar la desesperación de ciertos grupos que, incapaces de construir desde la propuesta, insisten en destruir desde el rumor. Y lo más grave: que estén dispuestos a escalar sus tácticas hasta intentar manipular la agenda presidencial para resolver pleitos internos.

En este contexto, Ismael Burgueño respondió con claridad: no hay nada detrás de esa denuncia más que un anónimo, y no se va a caer en el juego de quienes quieren convertir la lucha interna en una guerra de lodo. Su equipo también ha señalado que tomarán nota de estas prácticas, porque no es la primera vez que se intenta este tipo de golpe.

Mientras algunos actores en Morena siguen construyendo desde el territorio, otros como Ruiz Uribe insisten en hacer política desde el fango, utilizando operadores como Hinojosa, que con un celular en la mano, un archivo sin firma y una red de mensajes, creen que pueden imponer narrativas sin asumir el costo político de dar la cara.

Pero esta vez la jugada quedó expuesta.
Y en Baja California, quien esconde campañas negras dentro de caballos de Troya, debe saber que ya no todos los muros están abiertos.

Más adelante exploraremos también cómo, desde la oscuridad, Fernando Castro Trenti —mejor conocido como El Diablo— está observando este episodio.

Scroll al inicio