
En Baja California, la política dejó de ser un espacio de discusión seria para transformarse en un escenario de espectáculo. Hoy, lo que marca agenda no son las propuestas de fondo, sino los videos, las transmisiones en vivo y las ocurrencias que convierten a los políticos en figuras de entretenimiento antes que en representantes del pueblo.
El ejemplo más grotesco lo ofrece el delegado federal Jesús Alejandro Ruiz Uribe, quien ha hecho de sus videos ridículos su carta de presentación. En lugar de hablar de programas sociales, de seguridad o de gestión, aparece multiplicado en pantalla, conversando consigo mismo, como si se tratara de un sketch de comedia. El efecto será gracioso para algunos, pero la pregunta es obvia: ¿ese es el nivel de seriedad que merece la representación del gobierno federal en la entidad?
Cada video de Ruiz Uribe es un boomerang: genera unos segundos de interacción digital, pero se convierte en combustible para la crítica. La oposición lo aprovecha para señalar la frivolidad de Morena, y la ciudadanía confirma lo que ya sospecha: que a muchos políticos les interesa más el aplauso virtual que resolver los problemas reales.
El caso de Julieta Ramírez, senadora y aspirante a la gubernatura, tampoco ayuda a mejorar el panorama. Hace unos días presumió en redes sociales la placa de YouTube por alcanzar 100 mil seguidores, como si se tratara de un influencer juvenil en busca de patrocinadores. Nada malo tiene el reconocimiento digital, pero lo grave es que lo colocó en el centro de su narrativa, desplazando cualquier propuesta legislativa o de gestión.
Al hacerlo, Julieta Ramírez se metió de lleno en la lógica de la farandulización: acumular seguidores se vuelve más importante que construir credibilidad. El problema es que los números de YouTube no se traducen en legitimidad política. La política no se mide en suscriptores, sino en confianza, y la confianza no se gana con placas metálicasenviadas por una plataforma digital.
Otro caso preocupante es el del senador Armando Ayala, quien en lugar de enfocarse en la labor legislativa, se ha dedicado a recorrer las calles de distintos municipios ofreciendo soluciones a problemas que no le competen. Lo mismo promete resolver el bacheo, que atender el abasto de agua o gestionar la seguridad pública, temas que claramente no corresponden a un senador de la República.
Ese estilo de prometer lo que no está en sus manos refuerza la lógica del espectáculo: se busca la foto, el aplauso inmediato, la simpatía momentánea de la colonia visitada, aunque detrás no haya sustancia ni capacidad real de cumplimiento. Es la política reducida a un show itinerante, donde la promesa imposible es la moneda corriente.
La suma de estos casos construye una narrativa peligrosa para Morena en Baja California. La ciudadanía percibe que sus políticos están más preocupados por entretener, presumir o exhibirse que por gobernar. En esa lógica, el debate sobre la inseguridad, el transporte, la educación o la economía queda relegado a un segundo plano.
Lo que vemos es una crisis de sobriedad política. Los políticos entienden que un video puede alcanzar más rápido a miles de personas que un plan de trabajo, y prefieren la ruta fácil. Pero esa ruta tiene un costo: mina la confianza, genera hartazgo y abre la puerta para que la oposición, aunque debilitada, pueda recuperar terreno con un simple discurso de seriedad y orden.
Baja California se perfila hacia una elección en 2027 donde la verdadera batalla será interna en Morena. Y en ese escenario, cada exceso, cada ridículo y cada placa de YouTube presumida en redes se convierte en un lastre. Los morenistas que busquen la gubernatura deberían entender que el electorado puede divertirse con un sketch, pero no entregará el voto a un payaso político.
La política del espectáculo puede dar un like, un meme o una carcajada. Lo que no da es legitimidad ni poder real. Ruiz Uribe con sus videos, Julieta Ramírez con su placa de YouTube y Armando Ayala con sus promesas fuera de lugar son prueba viva de que Baja California corre el riesgo de reducir su debate público a un show barato.
Y el gran problema es que, mientras la política se vuelve circo, la realidad sigue siendo tragedia.
En Baja California ya no se debate con argumentos, se hace política con filtros de TikTok y placas de YouTube. Ruiz Uribe, Julieta Ramírez y Armando Ayala han confirmado que el espectáculo sustituyó al compromiso, y que en la 4Talgunos prefieren ser influencers de ocasión antes que políticos de verdad.