Noticia Frontera

El nefasto del mes: Jorge Figueroa

Señalado por corrupción y ambición: pretende gobernar la ciudad a la que ayudó a saquear.

El ahora funcionario del gobierno de Claudia Sheinbaum es señalado de estar detrás del desfalco de casi 90 millones de pesos al ayuntamiento de Tijuana.

En junio, el premio al nefasto político del mes no admite discusión: se lo lleva Jorge Figueroa, quien creyó que una estrategia de redes sociales barata lo catapultaría como aspirante a la presidencia municipal de Tijuana.

Lo verdaderamente escandaloso no es su ambición, sino su desfachatez. Figueroa no solo quiere gobernar Tijuana: quiere hacerlo después de haber estado implicado en uno de los mayores escándalos de corrupción de la administración anterior. En vez de dar la cara por el daño, pretende venderse como opción de futuro. Es el colmo.

Este funcionario federal —actualmente Coordinador del Corredor Económico de la Península— parece olvidar que su nombre ya quedó marcado cuando el Ayuntamiento de Tijuana, bajo el gobierno de Monserrat Caballero, pagó más de 92 millones de pesos por un software contable que nunca funcionó. La empresa proveedora está directamente vinculada a él. El caso sigue bajo investigación.

No es la primera vez que este personaje intenta figurar públicamente de forma cuestionable. Basta con recordar que al inicio de la administración de Monserrat CaballeroJorge Figueroa se presentó como el dueño de un portal de noticias llamado Zona MX, con el que embaucó a periodistas de renombre haciéndoles creer que se trataba de un proyecto periodístico legítimo. La realidad fue otra: una plataforma disfrazada de medio de comunicación que, en los hechos, operó como herramienta de presión y extorsión para sus negocios personales.

El exoficial mayor Marcelo Machain, también implicado en el contrato del software, declaró que advirtió sobre la compra y que fue presionado para autorizarla. Cabe señalar que tanto Machain como el personal de Tecnologías de la Información fueron presionados por el entonces secretario general de gobierno, Miguel Ángel Bujanda, conocido por su cercanía con Jorge Figueroa. La relación entre ambos ha sido tan estrecha que Figueroa fungió como prestanombres en la adquisición de una residencia de lujo que en realidad pertenecía al exfuncionario.

El sistema —identificado en documentos como Reger— fue entregado sin utilidad operativa alguna. La sospecha: que fue un mecanismo de desvío de recursos públicos.

El contrato fue firmado por funcionarios de primer nivel en la Oficialía Mayor y en Tecnologías de la Información. Todos bajo la administración de Caballero, y todos operando en un entorno donde Figueroa tenía influencia directa. Hoy, ese mismo personaje aparece sonriente en redes sociales, hablando de desarrollo y progreso, como si la ciudad olvidara.

Su estrategia digital ha sido tan burda como insultante: frases hechas, fotos en eventos, publicaciones sin fondo, y una insistencia vacía en temas económicos que no domina. Además, para reforzarse, ha intentado subirse al tren de Armando Ayala, otro político desesperado por figurar en la boleta de 2027. Pero ni siquiera eso le ha salido bien.

Ese cuento del “desarrollo económico” que se han querido echar ya nadie se los cree. Está tan gastado como sus fotos. No hay proyectos reales, ni propuestas concretas, ni alianzas serias que lo respalden. Solo frases huecas y muchas selfies que no dicen nada.

La crítica dentro del propio Morena ha sido clara: Figueroa está improvisando. No tiene equipo territorial, no tiene estructura, no tiene discurso, y mucho menos tiene arrastre. Su aparición en la conversación pública no es por mérito, es por insistencia. Se cuelga de otros, replica contenidos, y presume logros que no le pertenecen.

En los chats de operadores y en los círculos políticos, la constante es la misma: ¿cómo puede alguien que jamás ha hecho campaña, que no tiene arraigo ni respaldo ciudadano, pensar que puede aspirar a gobernar la ciudad más compleja del estado?

Tijuana no es un experimento. Es una ciudad que necesita soluciones, no más simuladores. Jorge Figueroa representa todo lo que ha hecho daño: oportunismo, ambición sin sustento y un historial de beneficios personales con cargo al erario.

Lo más alarmante no es que lo intente. Lo más alarmante es que crea que nadie va a recordarlo. Que piense que con publicaciones bonitas puede borrar los rastros de corrupción que dejó tras de sí. Que subestime así de fácil la memoria pública.

En política, la forma es fondo. Y en el fondo, Jorge Figueroa no tiene nada que ofrecer. Junio se va, pero su nefasto intento de limpiar su imagen será recordado como un insulto a la inteligencia de los tijuanenses.

Tijuana merece más. Mucho más que quienes primero la saquean y luego la quieren gobernar.

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