Noticia Frontera

La política de exportación de Honold…Pero de talento

Baja California regresa a los 90: se va la industria, pero ahora también los profesionistas

Mientras Estados Unidos —con Trump liderando una nueva ofensiva industrial— impulsa políticas para traer de vuelta empleos manufactureros, Baja California, bajo la conducción de Kurt Ignacio Honold Morales, exporta a lo mejor de su gente: sus profesionistas.

Según el INEGI, más de 19 mil personas con estudios de nivel medio superior y superior estaban desempleadas al cierre de 2024, lo que representa el 44% del total de personas desocupadas en la entidad. En lugar de fortalecer el ecosistema laboral, el estado está expulsando a su talento. Pero no por falta de formación ni de disposición, sino por la ausencia total de una política económica real.

Y es que el secretario Honold está más enfocado en aprovechar la confianza que le ha dado la gobernadora Marina del Pilar Ávila Olmeda para hacer negocios y favorecer a sus amigos empresarios, que en diseñar estrategias de desarrollo. La Secretaría de Desarrollo Económico se ha convertido en una oficina de relaciones públicas para intereses particulares, no en una palanca para transformar la economía de Baja California.

Los eventos, foros y convenios de escritorio no sirven cuando la realidad marca una precarización acelerada, pérdida de empleos formales bien pagados y fuga de talento calificado hacia otros estados y países. Mientras el discurso oficial habla de innovación y competitividad, la economía estatal retrocede a los esquemas de los años noventa: empleos mal remunerados, sin seguridad ni desarrollo profesional.

Honold Morales, con su discurso empresarial, llegó al cargo prometiendo eficiencia, pero lo que ha entregado es una gestión tibia, cerrada y más interesada en el reparto de beneficios que en el bien público. No hay un solo programa serio para el empleo calificado, no hay incentivos para retener a profesionistas, no hay ni siquiera un diagnóstico público sobre las causas de la fuga de talentos.

Los egresados de universidades públicas y privadas se encuentran con un mercado cerrado, saturado y sin visión. ¿De qué sirve formarse durante años si el gobierno es incapaz de conectar educación con productividad?

Y no es sólo una crisis de empleabilidad: es una crisis de confianza institucional. Miles de jóvenes y adultos con experiencia pierden la esperanza de desarrollarse profesionalmente en su propia tierra. No se van porque quieren; se van porque no hay cómo quedarse. Son médicos, ingenieros, contadores, técnicos y especialistas que podrían estar impulsando la economía local, pero terminan fortaleciendo otras regiones o incluso a otros países.

El desinterés de la Secretaría de Desarrollo Económico se refleja también en la falta de diálogo con universidades, clústeres industriales y cámaras especializadas. No existe una estrategia regional que articule a los sectores productivos con el talento disponible. El estado va a ciegas, sin brújula, y con un capitán que prefiere los aplausos de su círculo empresarial cercano antes que los resultados reales para la ciudadanía.

Los datos revelan aún más: de los 19,658 profesionistas desempleados, 12,687 son hombres y 6,971 son mujeres, lo que refleja una falta de oportunidades transversal en género, aunque con mayor impacto en varones. En segundo lugar están quienes tienen secundaria terminada: 17,011 personas sin trabajo, lo que representa el 38% del total de desocupados. El tercer grupo más afectado es el de personas con primaria completa, con 6,756 casos (15% del total).

La brecha educativa-laboral es clara: entre más estudias, menos espacio hay para ti en Baja California. Es una contradicción perversa que expone el colapso de las promesas de movilidad social. Y lo peor es que esta dinámica no es nueva, pero sí cada vez más visible: durante todo el 2024, la población ocupada con estudios de nivel superior disminuyó, mientras creció la informalidad y el subempleo.

Y la consecuencia se amplifica: al no retener talento, Baja California también pierde competitividad, capacidad de innovación y oportunidades de inversión de alto valor agregado. Mientras en otras regiones se avanza en reconversión industrial, digitalización y economías creativas, aquí se insiste en el mismo modelo agotado de bajo costo laboral.

En lugar de construir futuro, Honold está dejando un campo arrasado. Baja California no puede crecer si su capital humano está siendo rechazado por su propia tierra.

Y la pregunta final queda sobre la mesa: ¿hasta cuándo Marina del Pilar permitirá que su confianza se use para proteger negocios privados en lugar de impulsar el desarrollo del estado? ¿Cuánto más le costará a Baja California una Secretaría secuestrada por intereses que no ven más allá de sus propias ganancias?

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