Analizamos el perfil de uno de los principales contendientes en la elección papal que marcará el rumbo del Vaticano.

Ciudad del Vaticano, 22 de abril de 2025.- El Vaticano se adentra en un nuevo periodo de transición tras la muerte del Papa Francisco el pasado 21 de abril, a los 88 años. Su deceso marca el fin de una década caracterizada por una apertura pastoral hacia los márgenes de la sociedad, intentos de reforma estructural en la curia romana y una firme defensa del multilateralismo frente a los nacionalismos en ascenso. Con su partida, la Iglesia católica no solo pierde a un Pontífice carismático y profundamente político, sino que enfrenta nuevamente el complejo proceso de elegir a su sucesor en un contexto global de tensiones internas, polarización doctrinal y pérdida de influencia en Occidente.
En este escenario, el nombre del cardenal italiano Pietro Parolin se repite con fuerza tanto en los pasillos del Vaticano como entre los analistas eclesiásticos, siendo señalado por Reuters como uno de los “papables” más viables. A sus 70 años, Parolin combina experiencia diplomática, prudencia doctrinal y una larga cercanía con el centro del poder eclesiástico, características que lo convierten en una figura de continuidad y de posible estabilidad institucional. Sin embargo, su protagonismo en decisiones estratégicas controvertidas también ha despertado recelos.
Te recomendamos: La sucesión del Papa Francisco y el rumbo de la Iglesia: quiénes suenan como próximos papas
¿Cómo se elige a un Papa?
La elección del nuevo Papa se realiza a través de un cónclave, un ritual ancestral que ha sido adaptado con el paso de los siglos pero que conserva su carácter solemne y hermético. El término “cónclave” proviene del latín cum clave, es decir, “con llave”, en alusión al encierro obligatorio al que son sometidos los cardenales electores hasta alcanzar una decisión.
Según explicó Vatican News, sólo los cardenales menores de 80 años tienen derecho a voto. De los 241 cardenales que conforman actualmente el Colegio Cardenalicio, 135 cumplen con este requisito, representando a 71 países. La elección se celebra en la Capilla Sixtina y requiere una mayoría de dos tercios —90 votos— para proclamar a un nuevo Papa. Si tras las votaciones no se alcanza ese consenso, se queman las papeletas con una sustancia que produce humo negro. Sólo cuando hay un elegido, el humo blanco anuncia al mundo: Habemus Papam.
Un diplomático de carrera
Nació en 1955 en Schiavon, una localidad del norte de Italia, Pietro Parolin fue ordenado sacerdote en 1980 y pronto orientó su vocación hacia el servicio diplomático. Según recordó La Croix, ingresó en 1986 a la Pontificia Academia Eclesiástica, cantera de la diplomacia vaticana. Desde entonces, su carrera ha transcurrido en los pasillos de la curia, en nunciaturas y en discretas negociaciones internacionales.
Ha sido nuncio en Nigeria, México y Venezuela, donde cultivó una imagen de mediador eficaz, incluso en contextos tan polarizados como el del chavismo. En 2013, el Papa Francisco lo designó Secretario de Estado, cargo que desempeñó durante todo su pontificado y que le permitió coordinar la política exterior de la Santa Sede.
El País subraya que su papel fue determinante en dos momentos clave: la mediación que facilitó el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba en 2014, y el controvertido acuerdo con China sobre el nombramiento conjunto de obispos. Este último pacto, si bien pretendía evitar un cisma entre la Iglesia oficialista y la clandestina en China, ha sido duramente criticado por su opacidad y por lo que algunos consideran concesiones desmedidas al régimen de Xi Jinping.

El cardenal Pietro Parolin camina junto al expresidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador durante una visita a Ciudad de México. Crédito: Reuters.
Perfil moderado, pero no exento de controversias
Parolin es considerado un centrista dentro del espectro ideológico eclesiástico. De acuerdo con Vatican Insider, es un defensor de la diplomacia vaticana tradicional, basada en el diálogo prudente, la moderación retórica y la construcción de consensos. En 2016 declaró que el celibato sacerdotal es una “tradición, no un dogma”, y ha defendido mayor colegialidad en el gobierno de la Iglesia, aludiendo incluso a la necesidad de “más democracia” dentro de la institución.
No obstante, también ha sido objeto de críticas. Su proximidad a las estructuras de poder más tradicionales del Vaticano y su rol en decisiones clave —como el acuerdo con Pekín— despiertan sospechas entre quienes exigen una Iglesia más transparente. Además, su asistencia al Club Bilderberg en 2018 —el primero en hacerlo como alto representante del Vaticano, generó revuelo por la naturaleza opaca y elitista de ese foro, alimentando teorías sobre su relación con redes de poder global.
¿Un Papa de continuidad?
Parolin encarna, para muchos, el equilibrio que la Iglesia parece necesitar: continuidad institucional sin sobresaltos, reforma moderada y perfil diplomático en un momento de profundas divisiones internas. Su elección sería leída como un intento de preservar la estabilidad del Vaticano tras una etapa de transformaciones que no han estado exentas de tensiones.
Sin embargo, The Guardian advierte que esa misma sobriedad podría volverse en su contra. En un momento en que se demandan respuestas claras frente a los abusos sexuales, el rol de las mujeres en la Iglesia o la inclusión de personas LGBTQ+, la imagen de un Papa tecnócrata y poco disruptivo podría resultar insuficiente.
Conclusión
Pietro Parolin no es un outsider, ni un revolucionario. Es el arquetipo del hombre de Estado vaticano: formado en la diplomacia, hábil en el manejo de los equilibrios, respetado por su prudencia. Su elección marcaría una continuidad institucional más que pastoral respecto a Francisco, y podría significar un nuevo periodo de consolidación, aunque sin la energía renovadora que muchos creyentes esperan.
A medida que se aproxima el cónclave, su nombre se escucha con fuerza entre quienes privilegian el orden y la discreción. Pero en esa apuesta por la moderación también se juega el riesgo de que la Iglesia quede rezagada ante los desafíos del presente.
Lee también: El mundo despide al Papa Francisco entre homenajes de políticos, artistas y deportistas

